NADIE ES PERFECTO

¡Ring! ¡Ring!

El despertador no cesa de sonar. Son las 7:30 horas. Llegó la hora de levantarse. Hoy me espera un gran día y no puedo decepcionar a nadie. Estoy feliz, aunque también nerviosa. Desayuno, me ducho, preparo las cosas y mi madre me lleva en coche hasta uno de los polideportivos de mi ciudad. Antes de bajarme del coche, se despide dándome un beso, deseándome suerte y, para tranquilizarme, diciéndome que a las 12:00 h. estará sentada en primera fila apoyándome. La verdad es que me bajo del coche nerviosa, no tanto como antes de que me dijera las palabras de apoyo, pero era mi gran día, o eso esperaba, y los nervios no podían salir de mi cuerpo.

Me llamo Alejandra, tengo casi 15 años y practico gimnasia rítmica desde los tres añitos. Todo comenzó cuando mi madre me apuntó para que hiciera amiguitas, pero, claro, ni ella ni yo pensamos que llegaría aquí. Aquí quiere decir ser la representante española de gimnasia rítmica en este año. Representar a España me emociona, aunque creo que no más que a mi madre. ¡Eh!, te emociona, claro, pero a la vez te da un miedo terrible, nunca me perdonaría si hoy todo saliera mal y dejara en “ridículo” a mi país. Mi entrenador tampoco me lo perdonaría. Él es muy exigente conmigo, debe serlo. Llevamos preparándonos para este día mucho tiempo. Todo está perfecto, o eso creo.

Compito contra dos países, dos grandes países: Rusia y China.

Son las nueve. Tengo todavía tres horas de ensayos. Estoy viendo a mis contrincantes practicar ejercicios y… ¡Jolín! Son muy buenas. En estos casos se echa de menos a tus amigas para que te digan: “Alejandra, tranquila, tú eres mucho mejor”.

El tiempo pasa muy rápido. No queda nada. Estoy con mi malla ya puesta, mi moño recién peinado y mis ojos pintados. Estoy lista, o al menos físicamente, porque mentalmente creo que no del todo. No sé qué me pasa, pero no puedo relajarme. Representar a mi país supone más nervios de los que yo pensé.

Miro a mi alrededor, mis padres, amigos, familiares… Todos están allí. Eso me alegra. Mi reloj marca las 11:57 h. Solo tres minutos… ¡Qué nervios!

Salimos las tres contrincantes, saludamos al público y tomamos asiento. Mi compañera rusa, Natasha, es la primera en romper el hielo. Actúa y, simplemente, perfecto. La siguiente es la china, Jan. ¡Encima me toca la última, algo que odio! Prefiero hacerlo lo antes posible y relajarme, pero no, esta vez permanecería nerviosa hasta el último momento. Jan también lo hace bastante bien, quitando algún pequeño fallo.

Suena por megafonía: “Alejandra Rodríguez”. ¡Me toca! Mi actuación dura cuatro minutos, comienzo poco a poco, todo va evolucionando, todo me sale bien, solo quedan quince segundos y mi último paso consta de dos piruetas hacia atrás. Comienzo con la primera pirueta y genial, voy a por la segunda y… mi pierna está dolorida y… caigo al suelo. ¡No puede ser! He fallado. Todo iba perfecto pero… ¡He fallado! ¡No…! Rápidamente me levanto y aparento normalidad. Al instante marcho del escenario. Las lágrimas no cesaban de salir de mis verdes ojos.

Quedan un par de minutos para que den el nombre del ganador. Yo estoy segura de que no ganaré y estoy muy triste, aunque todo el mundo me apoya.

Todos cometemos errores y yo soy humana y también los cometo. A pesar de que me duela en el alma, he fallado y no puedo retroceder en el tiempo y arreglarlo. Espero tener una segunda oportunidad algún día.

Como yo pensaba, no soy la ganadora. Eso me afecta, pero estoy de acuerdo con la decisión del jurado. Natasha es ganadora. ¡Merecida ganadora!

Este fallo me ayudó mucho, tanto a confiar más en mí, como a darme cuenta de que España, a pesar de mi error, me apoya. Y además, quién sabe, igual algún día tengo una segunda oportunidad, porque yo creo que me la merezco.

                                                                                                         Montserrat Rodríguez Monge. 4º ESO.